“Seguimos un rato callados, disfrutando de un silencio agradable. Yo quería decir algo. Quería decirle que no me importaba, pero habría mentido. Quería decirle que lo unico que de verdad me importaba era que regresara, pero temía que eso fuera demasiado cierto.
Así pues, en lugar de arriesgarme y decir algo que no debía, me callé. Sabía lo que les pasaba a los hombres que se aferraban demasiado a ella. Esa era la diferencia entre ellos y yo. Yo no me aferraba a Denna, no trataba de poseerla. No entrelazaba un brazo con el suyo, ni le murmuraba al oído, ni le besaba la mejilla por sorpresa.
Si, lo pensaba. Todavía recordaba su calor el día que me abrazó junto al elevador. Había veces en que habría dado mi mano derecha a cambio de volver a abrazarla.
Pero entonces pensaba en las caras de lo otros hombres cuando se daban cuenta de que Denna los estaba abandonando. Pensaba en todos los que habían intentado retenerla y habían fracasado. Así que me abstuve de enseñarle las canciones y los poemas que había escrito, pues sabía que demasiada verdad puede ser demoledora.
Y si eso significaba que Denna no era completamente mía, ¿qué? Yo siempre sería la persona a la que ella podía acudir sin temor a recriminaciones ni preguntas. Así que no intentaba conquistarla y me contentaba con jugar una hermosa partida.
Pero siempre había una parte de mí que deseaba algo más, y por tanto siempre había una parte de mí que deliraba.”
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El temor de un hombre sabio, Patrick Rothfuss
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